"Las Voces del Lago Solitario" es una historia de terror psicológico narrada en primera persona por Lena, una joven que busca tranquilidad en una cabaña remota cerca de un lago desconocido en los bosques de Hallstatt, Austria. Lo que comienza como una escapada pacífica para desconectarse de la rutina y del estrés urbano, pronto se transforma en una experiencia aterradora e inexplicable.

Desde la primera noche, Lena experimenta insomnio, ruidos extraños y la sensación de ser observada. Al acercarse al lago al atardecer, comienza a escuchar voces que susurran su nombre, pese a estar completamente sola. Con el paso de los días, los fenómenos se intensifican: huellas húmedas aparecen frente a su cabaña, dibujos extraños con agua y voces que revelan secretos íntimos que nadie más podría saber.

El relato mezcla tensión progresiva, descripciones sensoriales inquietantes y momentos de reflexión personal que muestran el miedo, la culpa y la fragilidad emocional de la narradora. La atmósfera se va volviendo cada vez más opresiva, con sonidos inexplicables, cambios en la percepción del entorno y una figura espectral en el lago sin rostro que parece observarla.

Lena se ve atrapada en un lugar que la persigue con sus propios miedos y memorias, en un entorno que distorsiona la realidad. La historia deja una sensación persistente de inquietud, jugando con lo desconocido, lo no dicho y la delgada línea entre la locura y lo sobrenatural.

Al final, Lena logra escapar físicamente, pero queda marcada psicológicamente por lo vivido, temiendo incluso al sonido del agua y a la soledad. La historia nos deja con una pregunta sin respuesta: ¿y si las voces no eran producto de su mente?

“El turno de noche en los Cerros de Malargüe” es una inquietante historia de terror narrada en primera persona por Valeria Ríos, una guardaparques de 34 años que se enfrenta a una noche aterradora en una cabaña remota del bosque, al sur de Mendoza, Argentina.

Lo que comienza como una guardia rutinaria se transforma rápidamente en una experiencia escalofriante y profundamente traumática. Desde los primeros momentos, la protagonista describe un ambiente denso, silencioso y con olores extraños que anticipan la atmósfera inquietante que la rodeará durante toda la noche. Pequeños sonidos, como crujidos en la madera o pasos afuera de la cabaña, escalan hasta manifestaciones más perturbadoras: golpes en la puerta, una figura que nadie ve, marcas misteriosas talladas en las paredes y una voz que susurra su nombre desde debajo del suelo.

La historia está construida con tensión progresiva, sonidos desconcertantes, olores a carne podrida y descripciones del ambiente que parecen envolver al lector en la misma oscuridad que consume a Valeria. A lo largo del relato, la protagonista reflexiona sobre su propia cordura, su miedo creciente y el arrepentimiento de haberse ofrecido voluntariamente para ese turno.

Sin recurrir a monstruos evidentes ni exageraciones, el relato mantiene una línea realista, casi como si fuera un testimonio verdadero. Al final, la duda persiste: ¿fue todo producto de la sugestión, o algo más antiguo y desconocido habita realmente esos cerros olvidados?

Una historia perturbadora, íntima y atmosférica que deja al lector con más preguntas que respuestas... y la inquietante sensación de que el silencio, a veces, también respira.